1 ago 2012

la muerte, la garra, la guerra


En Las teorías salvajes de Pola Oloixarac (Entropía, 2008), aparece un dato que no he ido a cotejar con la fuente -si es que ésta figuraba en el libro, cosa que no recuerdo ahora... por lo demás, ya no tengo el libro en mi poder-; de todos modos, aunque tal cosa sea exclusivamente ficción, me parece igualmente interesante. 
El dato en cuestión es el siguiente: 
Hay una tribu en no-sé-dónde que tiene la costumbre de hacer que los que saben reconocer que pronto morirán de vejez —o por lo que, general e insultantemente, solemos llamar «muerte natural»—, emprendan un viaje final hacia las espesuras del bosque que rodea la aldea en la que vive la comunidad. ¿Por qué hacen esto? Porque si estos viejos murieran en la aldea, el cadáver, que allí goza de ciertos privilegios que impiden a un hombre común que lo haga desaparecer aún de su propia vista, atraería a los animales con los que la tribu disputa la tierra y el territorio.
Me pregunto si acaso soñarán los más jóvenes de esta tribu que la muerte sólo tiene forma de guerra y garra... ¿o será que estos hombres invitan a sus enfermos a morir en otro lado también? ¿Acaso ellos, que ideal e hipotéticamente sólo conocen de vista a la muerte violenta, se considerarán, al menos por derecho, inmortales? ¿O será que pueden imaginar, por ejemplo, que sus muertos vuelven y los rondan en forma de bestia y enfermedades para que ellos se aferren a su vida mortal[1]? ¿Quién puede desconocer (escapar de) la violencia, la guerra?



[1]  «Vida mortal» ya no se me antoja un oxímoron.

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