22 ene 2010

"Aniversario"

-Para usted, señor- dijo el mayordomo parado en la puerta de la biblioteca. Humberto Asaldo le hizo señas de que entrara y tomó el telegrama que estaba sobre la bandeja de plata para leerlo a la luz de la lámpara de su escritorio. Era de su hermano mayor, Andrés; en él se leía:
“ESTA PODRÍA SER LA NOCHE ¡AYÚDAME!”
Sabía muy bien a qué se refería, llevaba varias semanas quemando sus incoherentes mensajes. “Pobre Andrés”, pensó luego, mientras se servía un vaso de whisky generoso y lo tomaba desesperadamente, como si pretendiese apagar algún incendio en su pecho.

Seis días después recibiría otro telegrama; este decía:
“HALLAMOS A SU HERMANO MUERTO. NECESITAMOS QUE IDENTIFIQUE EL CADÁVER. FAVOR DE DIRIGIRSE A LA MORGUE JUDICIAL.”
Salió con prisa hacia allí. Al llegar preguntó cómo y cuándo sucedió todo.
-Hace cinco días. Murió por asfixia- respondió, cansinamente, el hermético forense.
-Eso temía…- murmuró fantasmagóricamente el último de los hermanos Asaldo, mientras revivía el recuerdo de sus manos, cómplices de las de Andrés, presionando aquella impoluta almohada sobre el rostro de su odiado hermano recién nacido, hace ya cuarenta y tres años y cinco días.

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